En mitad de
la noche me asomé a la ventana,
A lo lejos…
desdibujadas por girones de niebla,
Escuché que
con tenue murmullo me llamaban,
Me dejé
guiar en la oscuridad hacia ellas…
Apenas resonaban
mis pasos en la ciudad callada,
Sus esbeltas
siluetas como un imán me arrastraban,
Tan tuyas,
tan mías, tan nuestras, tan bellas,
Por instantes,
sobrecogida el alma me detuve a mirarlas,
Surgió desde
la nada tu presencia, tu figura amada
Resucitó en
mis oídos tu dulce voz pausada…
La tibieza de
tu brazo etéreo cubrió mi espalda…
Cuantas veces
habrás caminado junto a ellas,
Cómplices sutiles,
de tus eternos versos
Aunque no
estás en presente, inmortal en mi alma…
Y esa noche
llegaste desgarrando distancias,
Tu invisible
mano secó mi desolado llanto…
Me alejé
lentamente sintiendo que visité otro espacio,
O tu
cruzaste esa frontera, para estar a mi lado…
Yo sé alma mía
que ellas también te extrañaban,
Y te juro amor
que cuando mis pasos se alejaban,
¡Sentí que
las farolas… llorando suspiraban!
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